viernes, diciembre 04, 2009

“¿Tú te fiarías de mi?” Segunda entrada

Y en estos tiempos aciagos se muestra lo mejor y lo peor del género humano. Todo esto viene por una situación que me sucedió hace unas semanas. Saliendo de un metro de Madrid, hacia las siete de la tarde ya de noche, sentí algo extraño en el ambiente, como de tristeza y pesadumbre. La oscuridad por si sola no tenía la causa, no había mucha gente por la calle, pero lo que si había era una ristra inmensa de taxis sin usuario. Y con no mucha esperaza de conseguirlo. Ahí empecé a pensar en todo esto, en el sueño de las vacas gordas y las flacas, en como teniendo unos años extraordinarios económicamente hablando, ningún gobierno ha sabido prevenir. ¿No es de lógica que todo lo bueno ha de cambiar? Como dijo Newton, todo lo que sube tiende a bajar. Tanto cuento de la cigarra y la hormiga y resulta que luego no se aplican el susodicho cuento.

Volviendo a la historia, el melancólico ambiente de esta calle por la tarde no hacía más que apresurarme en cumplir mis recados que había que terminar lo antes posible para poder realizar otros (esto es la vida en gran medida, encadenar tareas). Al meterme en otra calle paralela, el ambiente y pesadumbre era similar. Y como en la anterior, las sensaciones extrañas se sucedían sin encontrar un factor común claro. Dos personas esperándose, sacando y enseñando algo del maletero de un vehículo, al completamente normal y que perfectamente puede no serlo, gente vagando como fantasmas sin interacción… En estás, levanté mi reloj para ver que tenía 5 minutos de margen, cuando la situación que explica el título de la entrada me encontró. Un hombre me pregunto que si podía ayudarle. Aunque en estás situaciones la prudencia y la desconfianza recomiendan ser ciego y mudo, me paré por si realmente podía ayudar. El hombre me explicó que habían tenido un problema con el coche, a lo que yo pensé: me toca empujar. El reloj pareció apretarme la muñeca como diciendo “¡No llegas!”. Desestimé esta apreciación, pensando que a mi me gustaría que en esta situación me ayudasen. Me indicó que no necesitaban ni empujar ni nada de eso. Que en esta ciudad nadie les ayudaba. Y en ese momento llegó “la Frase”.

“¿Y tú te fiarías de mí?”. Me contó que el y un compañero habían venido a Madrid a trabajar por el día (¿qué otro trabajo han fomentado los diversos gobiernos que no haya sido el de albañil?) y, después de haberlo hecho, no les habían pagado (claro sin tener contrato por hacer las llamadas “chapuzas”). Llevaban todo el día sin comer. Todo esto me pareció muy verosímil y de hecho tengo constancia que mucha gente se aprovechaba, se aprovecha y se aprovechará en estos tiempos de personas asfixiadas por la necesidad.

Lo que me pedía era una aportación económica para llenar de gasolina la furgoneta y volver a su pueblo. No querían limosnas. “Con 40 euros habrá suficiente”. Esto ya empezaba a no verlo claro (40 euros desde luego no es una limosna). Ese capital no es moco de pavo, y me parece mucho dinero para gasolina. También es cierto que la gente que no es de ciudad no suele tirar por lo bajo, pero no me convencía.

La cara del hombre transmitía pesadumbre y me hacía dudar. Pero añadió muy campechano “vamos, me ayudas y te vienes cualquier día a mi pueblo, matamos un cordero y lo hacemos asado”. Ahí me dejó de cuadrar todo. Lo primero, la gente de fuera de Madrid suele tener un ligero acento, cosa que no ocurría. Además hubiera tenido que sacar dinero de un cajero, cosa que jamás hubiera hecho de ninguna de las maneras (un riesgo innecesario que pudiese devenir el peligroso). Opté por la opción fácil y cobarde que es desentenderme del tema, y decir que no tenía dinero y el poco que tenía era para cumplir los recados. Me insistió si no tenía ni 5 o 10 euros para ayudar y definitivamente le dije que no y que tuviesen suerte.

Esa tarde y al día siguiente me sentía un poco culpable por poder ayudar y no lo hacerlo. Me pudo la prudencia pero tal vez me salvo de un engaño mi sentido común. Realmente no me fié de él, no lo tenía claro y en estos tiempos, la picaresca y el engaño están aumentando. Y así también tristemente la violenta delincuencia.

Cuando las cosas van mal siempre pueden ir a un poco mejor o mucho peor, así que para la próxima vez intentemos hacerlo bien desde el principio, pensando en el futuro y no en el presente. Porque en el cuento la hormiga ayuda a la cigarra, pero en la vida real, la cigarra atacaría a la hormiga y está se comería a la cigarra.

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