Ese día madrugábamos bastante, a
las 6:30 de la mañana arriba. Toda la noche oímos llover mucho, pero justo
cuando salimos por la puerta del hotel paró. Compramos nuestro primer desayuno
en Japón en el Lawson (el combini de al lado del hotel). Consistió en un café
Premium, algo que parecía colacao (pero que era café) y como fartones con
chocolate (o los dowaps pero alargados). Creo que no llegó a 500 ¥.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCJwG7AVMPDltaT_wOtTXXR8B33aumDKQzG3Ej4fIsDIU9LGtx1MClvddVjN1LN0KK8JVI6c5s7PS-MTRCKZ-V-LAEzUthJC-27auQelozd9E3QxXObxThBcMdghyphenhyphenYyJF5wGUUUg/s1600/IMG_3471_2.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYVAjw1iXs0luIhQUhPCAxPy25Ne1iOitOLyzPC-Hdq2_5VKahMZiqhzbndLUbPanQ7qKQxsPZIo-qjtdz5Z8-F7Tg3FOQUeV5jS6f8GVr_oq7LIalYOL8_hRJpk9WL-4ukka0Bw/s1600/IMG_3496_2.jpg)
Después de esto fuimos a ver la
puerta Yōmeimon de la que estaban restaurando parte. La verdad que era una obra
de arte incomparable con cientos de pequeñas tallas. Vimos también por primera
vez los sacos de arroz para hacer sake. Allí encontramos el famoso Nemuri-neko
que es un gato durmiendo que protege de los espíritus (o los ratones). Todo el
mundo estaba sacándose fotos a la entrada con el gato. De ahí se iba hasta la
tumba del Ieyasu. Muchas escaleras cuesta arriba y muchos árboles. Lo malo es
que al llegar arriba empezó a llover con lo que pudimos verlo poco. Bueno,
alguna aprovechó para comprar un cascabel del gato. Nos sentamos a esperar que
dejase un poco de llover y a los 10 minutos empezamos a bajar pues la bruma
también bajaba. Empezábamos a temer que se nos iba a aguar la visita... y así
iba a ser. Después de lavarnos las manos a la entrada del templo (sí, lo
hicimos al final porque al principio había mucha gente) empezó a llover con
ganas… durante casi una hora. Nosotros no habíamos comprado los paraguas la
noche anterior en el BIC camera (“Si no va a llover”) y a la vista no
encontramos ningún sitio donde vendiesen paraguas. Lo lógico es que si los
vendiesen, los pusieran a la vista… pues después de 50 minutos, preguntar por
señas en la taquilla por un paraguas (se rieron bastante con el gesto de abrir
un paraguas), nos indicaron que en la tienda de enfrente tenían paraguas. Así
que Ponchoman amablemente fue al rescate y compró un magnifico paraguas por 500¥
(que nos lo trajimos de vuelta a España jejeje). Por peaje tuvimos que comprar
un “dulce” japonés. Nota: en Japón no tienen dulces como los entendemos
nosotros. Así que después de preguntar “si eran sweet” Ponchoman escogió el que
más le gustó “Kore”, y al primer mordisquito, lo escupió. Era un bollito de
pasta de arroz con judía dulce que era como Kriptonita para Ponchoman.
Ya descansados con paraguas nos
dedicamos a ver los demás lugares turísticos de Nikko. Fuimos a ver Taiyuinbyo que parecía bastante bonito y
grande cuya entrada costaba 550¥.
Nos gustó sobretodo el paisaje y donde te echabas el agua que tenía una
canalización curiosa. Además rodeabas el recinto y te sentías un samurai. Como
nos sentimos generosos, fuimos a ver el santuario Futasaran que costaba 200¥. Allí
había muchos árboles, guardias de colores y juegos como el de meter una cuerda
redonda en un palo. Parecía la feria. Después de esto nos dispusimos a buscar
un sitio donde comer, ver el puente Shinkyo
y el abismo Kanmangafuchi. Ahí fue el momento surrealista del día. Un
anglosajón jovencito de la universidad local nos hizo una encuesta sobre
“macaques”, vamos los monos de Nikko con preguntas del tipo “volvería a
alimentar a los macacos” o “creo que los macacos y las personas pueden
convivir”. Unos resultados 100% validos iban a salir de nuestras encuestas…
Como eran las dos de la tarde,
decidimos darnos prisa en ir a ver el puente y si veíamos algo comíamos… mala
solución. Pero bueno no llovía así que fuimos a ver el puente Shinkyo símbolo
de la ciudad. Es un puente con aspecto antiguo que solo puede entrar uno por un
lado y además hay que pagar. Nosotros nos dedicamos a sacarle fotos junto con
el río que era una pasada. El verde de la vegetación, rojo del puente y el
turquesa del río era una maravilla. Pero la bruma seguía bajando, así que
salimos escopetados para llegar al abismo Kanmangafuchi que la verdad está
bastante lejillos (20 minutos andando) y sobretodo mal indicado. Ahí nos
esperaban hileras de estatuas vestidas, algunas cubiertas de musgo, otras
deshechas y el río a la derecha. Se respiraba la paz y tranquilidad con la
naturaleza y la neblina.
Los budas tenían todos sombrero y babero, con la
rasquilla que hacía supusimos que era para que no pasaran frío. Después de
terminar subimos por unas escaleras y encontramos una sorpresa, un cementerio.
La verdad que no nos esperábamos encontrar algo así en este lugar, tan
mimetizado con la naturaleza. Linternas de piedra cubiertas de vegetación y
otras figuras de piedra convirtiéndose en bosque.
Y después de estos momentos
mágicos, de vuelta para buscar un sitio donde poder comer algo, llegó la
lluvia. No encontramos ningún sitio donde poder comer cerca de donde nos
encontrábamos, la lluvia caía con fuerza y no sabíamos ni a donde ir. Hasta que
vimos una parada de autobús. Esperamos unos 15 minutos y marchamos de vuelta a
la estación de JR donde esperábamos comer. Los precios que marcaban las
primeras paradas ponían casi 3000 ¥ y pensamos “la hemos hecho buena”. Pero no,
era para el que hubiera hecho el trayecto completo, los nuestros eran 230¥. Si
alguna vez hacéis lo mismo y pensáis comer por ahí, bajaros en la estación del
Tobu que es donde está todo. Nosotros fuimos a la del JR y desandamos, teníamos
40 minutos hasta el tren. En las tiendas solo vendían comidas raras (mini
pizzas secas hiperpicantes, picatostes de chocolate…) y dulces de arroz. Para
un sitio que nos servían comida lo descubrimos tarde. Así que se nos encendió
la bombilla “¿En esa panadería no venderán algo de comer?”… Lastima que un
grupo de pensionistas japoneses nos ganase por la mano y se metiese primero a
la tienda. Así que resignados a irnos sin comer regresamos a la estación JR.
Justo antes de llegar encontramos otra panadería pero muchísimo más cutre. Nos
metimos y pillamos una cocacola un par de croissants con pollo y lechuga una
especie de bollo-pizza con queso y nuestro primer bollo relleno que nos
recordaba a los parsec polacos. Total unos 800¥ para comer los dos. Por
supuesto el mejor sitio para comerlos era el JR Nikko Line, así que mostramos
nuestros JR pass como si fueran placas de policía y para dentro a coger el tren
de las 17:35 que nos dejaría a las 19:30 en casa. Comida y siestecilla para
descansar los piececitos hinchados. Después de llegar al hotel a esas horas,
cambiarnos y alguno hacerse el remolón llegamos tarde a Shibuya donde habíamos
quedado. Un momento gracioso fue que vimos a unas cuantas japonesas con las
mascarillas sentadas en frente al lado de Julius que estaba rodeado de mujeres.
Fue un momento de “hueles mal” jajajaja.
Casi antes de ver al perro
Hachiko nos habló un “relaciones” de un bar para beber toda la cerveza que
quisiéramos durante dos horas por unos 1000¥. Tuvimos que rechazarlo porque el
jetlag nos pegó de lo lindo y acabábamos de llegar a Shibuya (si no le hubiéramos
salido caros). Nos sacamos las fotos con Hachiko y nos dispusimos a cruzar
varias veces por el famoso cruce. Ni que decir tiene que no impresiona tanto.
Impresiona lo mismo que ver Picadilly Circus, crees que es enorme y no lo es
tanto. Eso si, gentecilla hay. No se que haría esta gente cuando viese la
castellana, si esto le impresiona tanto… Julius estuvo intentando sacar fotos
con su tripode o mejor dicho monopié. Lastima que fuera la primera vez que lo
usaba y entonces no fuese todo lo fluido y rápido que podía haber sido. Después
dimos vueltas por Shibuya viendo tiendas (por supuesto había un Zara y un
Macdonalls) y luces. Vimos unos policías que nos miraban, llevábamos el
pasaporte por si acaso para que no pensaran que éramos ilegales.
Y después de
tantas vueltas, fuimos a cenar. Entre una maraña de carteles, Nesuta nos llevó
al segundo piso de un edificio donde había estado cenando. Un poco raro parece
al principio lo de que en cada piso sea un restaurante distinto. Nos pedimos un
Ginger pork con arroz que te ponían un huevo crudo y dando vueltas con el calor
del arroz se cocinaba. Nesuta nos contaba que la última vez que fue con un
japonés miro su bol que no tenía huevo y que dijo algo así como “¿dónde esta el
huevo?” y la camarera estaba detrás con el. Vamos en resumen, que el huevo te
lo traían después. Pero eso era solo en teoría, porque después de un rato y 5
sumimasen y por último tamago, nos lo trajo. La camarera estaba un poco
distraía y se había olvidado. Este plato eran unos 750¥ mientras que un plato
de carne eran unos 1200¥, así que cenamos bien y bastante económico.
Hacía las 22:30 o 23:00 pusimos
rumbo a Ueno. Nos despedimos de Nesuta hasta el día 13. En la línea Yamanote
tardaba 32 minutos, así que nos echamos siestecilla. Había bastante gente para
la hora que era (que agobio de gente) y cuando llegamos a Ueno por fin
encontramos la salida Iriya que era la que mejor nos dejaba del hotel. Lástima
que fuese el último día. Lo peor fue la despedida antes de dormir. Teníamos que
coger el shinkansen a las 7:03 en Tokio, así que había que quedar a las 6:30
para comprar el desayuno, hacer el checkout, correr y coger el JR. Ahí se
pronunció con un murmullo “yo no voy a poder aguantar este ritmo” y “te vas a
cargar a Julius”. Solo íbamos a dormir 4 horas, sin contar con nuestra segunda
cama: el shinkansen.