jueves, enero 26, 2012

Islandia 2 de Septiembre 2011: Snaefellsjokull y fiordos del Oeste

Este día íbamos a sentir la fuerza y energía de Julio Verne al acercarnos "al centro de la Tierra" a través del Snaefellsjokull. Lo atravesaríamos para acabar de dar una vuelta a la península y coger el ferry Baldur hasta los fiordos del Oeste. La razón por la que hicimos nuestra ruta en sentido de las agujas del reloj fue este ferry que dejaba de operar a partir de ese día. Y menos mal que lo hicimos en este sentido.



Decidimos atacar el volcán por la ruta 570 desde Olafsvik, acercarnos y salir por Arnarstapi. Desarrollado por la comunidad desde hace siglos en una cala, Olafsvik ofrece un buen puerto natural y suelos ricos pesquero y deportivo. El puerto fue reconstruido y ampliado en gran medida en la década de 1950 y desde entonces Olafsvik es el pueblo pesquero más productivo en la Península Snaefell lo cual resulta en la industria pesquera próspera y empresas vinculadas. En los últimos años el turismo ha crecido rápidamente y ahora la ciudad ofrece una gran variedad de alojamientos y gastronomía. Cruceros para observar ballenas, pesca de mar y viajes a los glaciares de Arnarstapi son muy populares. Hay muchos lugares de interés para explorar los alrededores y la naturaleza del parque nacional Snaefellsjokull es una maravilla de contrastes. Un almacén de madera vieja construido en 1841 es el hogar del museo folklórico local y el centro de información. Olafsvik, Hellissandur, Rif, Arnarstapi y Hellnar se han fusionado para formar Snaefellsbaer con una población combinada de casi 1.100 habitantes.

La verdad es que la cercanía del volcán te llena de energía y alegría. Muchos creen que el glaciar en el que se encuentra desprende una energía especial. Laxness intentó explicar su energía con un poema: "Donde el glaciar se encuentra con el cielo, la tierra deja de ser terrenal y se funde con el firmamento. Aquí no habita el dolor y la felicidad, por tanto, ya no es necesaria; sólo reina la belleza, por encima de cualquier deseo". "Todo tiene aura, y el del glaciar es enorme, porque el hielo es magnético. Cerca de él se intensifican los sentimientos. Si estás positivo, lo estarás más. Si te encuentras pesimista, empeorarás. A muchos les abre el corazón, lloran. Te guste o no, cerca de él entras a formar parte de su energía".

Una vez cargadas las pilas, bajamos hasta Arnastapi, el pueblo en el que pernoctan los protagonistas del libro antes de trepar por la montaña que está a unos cinco kilómetros. El nombre, acantilado de gaviotas, está bien elegido. No hay mucho por allí, aparte de unos acantilados espectaculares como el arco Gatklettur. También hay una imponente estatua de piedra que representa a Bárður Snæfellsás, un semidios vikingo. Mitad hombre, mitad gigante, se dice que Bárður vive en una cueva del glaciar y lo protege. En la costa vimos a lo lejos unas ballenas jugar y saltar. Lastima que estuvieran tan lejanas porque las colas y los saltos se distinguían perfectamente.



Después de esta parada rodeamos el volcán-glaciar haciendo pequeñas paradas en los pueblos de la península aunque sin encontrar algo que reclamase nuestro interés. Pusimos rumbo a nuestro ferry Baldur que va sobre el fiordo Breiðafjörður a los Fiordos del Oeste (Vestfirðir) en la ciudad de Stykkishólmur. Está situada en la parte occidental de Islandia, al norte de la península de Snæfellsnes. Con sus 1.240 habitantes, es un centro de servicios y el comercio de la zona. La mayoría de las personas que viven de la pesca y el turismo.

El ferry son unas 3 horas y pagamos unos 92 euros por 4 personas y el Terrano (que se iba convirtiendo en el Grand Glouton). No se puede comer dentro tu comida, para eso hay cafetería. Aunque vimos a mucha gente comer sus cosas. Nosotros no dudamos y decidimos cumplir la ley y cambiar el "cemento" por unas suculentas hamburguesas.



Una vez llegamos a los Fiordos del Oeste pusimos rumbo a Bildudalur mientras buscábamos pozas calientes naturales. Solo encontramos espectaculares fiordos (mucho más espectaculares que los del Este) atravesados por sinuosas carreteras de desniveles muy acusados. Después de hacer el trayecto a nuestro alojamiento y sabiendo que no iba a haber frailecillos en Latrábjarg, decidimos no ir a estos acantilados. La ruta por los fiordos es cansada, porque se hace todo en coche pero merece la pena las vistas. El pueblo era tranquilo y el hostel muy bien equipado. Unas niñitas rubitas nos saludaron en nuestro paseo por el pueblo. Tiene que ser todo un espectáculo los turistas por estos recónditos pueblecitos.